<<La violence des mots>>.Artículo disponible en el blog de profs au carré (Agrupación
de profesores en apoyo a la lucha estudiantil): http://profsaucarre.wordpress.com/2012/05/07/la-violence-des-mots/
(Fecha de publicación: 7 de mayo de
2012).
La violencia
de las palabras
Todo el mundo conoce la violencia y mucha gente la
reprueba. Uno de los argumentos de los anti-huelga es que el movimiento
estudiantil se ha vuelto violento, sobre todo durante las manifestaciones. Las enardecidas
declaraciones de Line
Beauchamp (Ministra de Educación)] al respecto, que le han permitido
retrasar un poco las negociaciones, también giraban en torno a la violencia, la
cual Gabriel Nadeau-Dubois debería condenar de rodillas, con un
sambenito y con la soga al cuello, o casi.
No obstante, la violencia no es solamente romper
escaparates a pedradas o repartir golpes de porra, sino que incluye también la
violencia verbal, que como todos sabemos a menudo hace más daño. Es otra forma
de violencia, utilizada por los anti-huelga, por el gobierno y por los
editorialistas de La Presse, de la Gazette, del National y del Globe and Mail primero (ni siquiera
hablo de la prensa de Péladeau, esos no son periódicos): la violencia
intelectual.
Desde siempre, una de las maneras de hacer daño al
adversario, al enemigo, es no reconocer tan siquiera su lucha. Las tropas de
ocupación, nazis y otras, hablaban de “terroristas” para no reconocer la misma
existencia de las fuerzas de resistencia.
Francia llamaba “medidas para restaurar el orden” o “acontecimientos” a la
guerra que Argelia estaba haciendo por su independencia, los americanos también han tardado mucho tiempo en hablar de
“Guerra de Vietnam”.
¿Cuál es el vínculo con la huelga estudiantil?
Precisamente este rechazo obstinado y voluntario a hablar de “huelga”. Se habla
de boicot, de suspensión de clases, pero no de huelga. Ante todo, nada de
huelga.
Oficialmente esto se debe a que los estudiantes no
son asalariados y tampoco tienen una relación patrón-empleado. Pero esto es de
hecho una forma de minimizar el movimiento, de concederle, al menos
lingüísticamente, la menor importancia posible. Y sin embargo, tal y como el
asesor lingüístico de Radio-Canadá señaló, se puede hablar de huelga cuando se
trata de un movimiento que pretende hacer valer una causa. Las huelgas de
hambre, casos extremos de protesta, son un ejemplo de esto. ¿Nada de huelga,
nada de negociaciones, nada de problemas? Los hechos contradicen estos
argumentos partidarios: el sistema universitario quebequense está totalmente
revuelto y debilitado, y esta crisis le está costando muy caro (no olvidemos
que la idea de base era invertir en él. Hablando de partidismo, nos acordaremos
de decisiones con vistas a reemplazar el término “abandono escolar” por
“persistencia escolar” (lo que arregla el problema enseguida) o de hablar de
“seguro de empleo” y no de “seguro de desempleo”, y de la extraordinaria
eficacia de estas medidas, si queremos ser particularmente críticos respecto a
estas maniobras políticas. Es una forma de violencia, intelectual, con el
objetivo de no otorgarle a la protesta su verdadero lugar.
Y lo peor de todo esto es, sin lugar a dudas, ver
cómo estas medidas parecen hallar eco en la población, cuya opinión es lo que
realmente está en juego en este conflicto. Después de ocho años de gobierno
controvertido, la huelga estudiantil proporciona al gobierno de Charest un
chivo expiatorio. Y para sacrificarlo la elección de las palabras es una
estrategia deliberada, una forma de violencia intelectual. Menuda ironía cuando
se ve hasta qué punto se critica la violencia oficialmente…
Yann Roche, profesor al cuadrado
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